Esta es una anécdota del Pdte Gordon B Hinckley, compartida durante la Conferencia General de Octubre de 1993, en el discurso "Instruye al Niño en su camino". La conservamos en nuestro blog, por la manera tan CLARA y SENCILLA en la que nos enseña, que los actos de amor que como padres hacemos a tiempo para criar a nuestros hijos "cuando son pequeños y dóciles, y cuando escuchan y aprenden", evitarán esfuerzos mayores por tratar de enderezar vidas infelices en nuestros hijos ya grandes.

Por fin, desesperado, con la sierra le corte la rama grande y pesada que daba al poniente. La sierra le dejó una horrible cicatriz de mas de veinte centímetros. Retrocedí para contemplar lo que había hecho: había cortado la parte principal del árbol, dejando sólo una rama que crecía hacia arriba.
Ha transcurrido mas de medio siglo desde que plante aquel árbol. Mi hija y su familia viven ahora allí. El otro día volví a mirar el árbol. Es grande. Tiene mejor forma y embellece la casa. Pero cuan serio fue el trauma de su juventud y cuan brutal el tratamiento que emplee para enderezarlo.
Cuando lo plante, un pedacito de cuerda lo hubiera mantenido derecho en contra de la fuerza del viento. Yo habría podido y deba haberle puesto esa cuerdecita con tan poco esfuerzo; pero no lo hice, y se dobló ante las fuerzas que cayeron sobre el.
He visto algo similar, muchas veces, en niños cuyas vidas he observado. Los padres que los trajeron al mundo virtualmente abdicaron a su responsabilidad y los resultados han sido trágicos. Unos pocos y sencillos soportes les habrían dado la fortaleza para resistir las fuerzas que han dado forma a su vida. Ahora, me temo que sea demasiado tarde.
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